El escaparate giratorio en el que se
hallaban más de cuarenta tipos de gafas diferentes, aquella tarde
dio más vueltas que nunca. La gama de colores era amplia a la par
que hortera.
-Va tío, no tenemos toda la tarde.
Hemos quedado en diez minutos.
-Ya acabo -dijo mientras observaba como
le quedaban puestas frente al espejo fino del escaparate- no me
terminan de convencer.
Se las quitó y las dejó en su sitio.
Cogió otras de un color azufre horrible.
-¿No te irás a probar esas?
-Pues sí. Pero tampoco me terminan de
convencer.
-Pues como las quince últimas. ¡Joder,
Leo!, vamos ya.
-Mira, las últimas. Si no me gustan
nos vamos.
La dependienta mostraba cansancio y
aburrimiento a partes iguales tras el mostrador. Le traía sin
cuidado que las comprasen o no, lo que quería era cerrar la tienda
de una vez.
-Venga tío, eres más lento que una
mujer.
-Un poco machista te ha quedado eso ,
¿no crees?
-Lo que creo es que como no te lleves
unas me largo.
Alcanzó unas gafas con montura azul y
lentes oscuras. Por fuera parecían las ventanillas de un coche
oficial.
-Pues creo que me voy a llevar estas.
-¿En serio? Leo, son muy feas, todo el
mundo se va a reír de ti, además que me suenan familiares, pero no
sé. Son horribles al fin y al cabo.
Leo se miraba al espejo moviendo la
cabeza para un lado y para otro. -Me da igual. Me las pienso llevar.
-¡Por fin! Me da igual como sean de
feas, el caso es que por fin te las llevas. Hala, vamos a pagar que
ya vamos tarde, y ya sabes como se pone Lydia de pesada.
Sin quitárselas, fueron al mostrador a
pagar.
-Tío -susurró- te las pones luego,
pero, ¿no ves que llevas puesta aún la etiqueta?
-Me da igual, me encantan tío, ya me
la quito luego. Me hace increíblemente sexy, ¿no te parece?
-Serán quince con noventa. -dijo en un
tono seco.
Leo sacó un billete de veinte euros y
lo dejó encima. La dependienta lo cogió y le dio el cambio a toda
prisa por cerrar, pero ellos no lo notaron. -Aquí tiene, muchas
gracias.
Abandonaron el establecimiento.
-Es de noche ya. Hemos estado dentro
como una hora y media.
-Eso parece.
-Eso parece no. Si me vas a tener
esperando como un tonto tanto tiempo, lo mismo la próxima vez te
acompaña tu padre.
-No me seas quejica, que luego yo me
tiro también lo mío esperando en la tienda de videojuegos. Además
que porque lleguemos tarde cinco minutos no va a pasar nada.
-Si, que la película la pillamos
empezada.
-Bueno da igual. No vamos a discutir
por esto. Escucha, ¿no crees que me quedan genial?
-Hombre, pues tendrá su público, pero
vamos...
-Di lo que quieras, pero me encantan.
-¿Entonces para qué me preguntas?
-Era retórica.
-Pues con la retórica te diré que
pareces un Men in Black pasando una mala racha.
Se rió de su amigo.
-Idiota -se rió también.
Cruzaron la calle. Las aceras estaban
abarrotadas a esas horas de la noche. Posiblemente la mayoría de
personas se dirigían al estreno de la película a la que ellos iban.
Avanzaron con paso más firme, Lydia
comenzaba a perder los nervios y a meter prisa.
-Mira ese tío. Qué pinta tiene.
-Que poco te has visto tu al espejo-
ironizó.
-No, en serio, no me da buena espina.
El hombre al que se refería, tenía su
brazo por encima de una mujer.
-Será su pareja. ¿por qué no te da
buena espina?
-No sé, hay algo raro en él.
-Yo no veo nada, y quitate las gafas
tío, que es de noche y vas haciendo el ridículo.
Su amigo no quitaba ojo a la pareja,
sin hacer caso a los comentarios burlones.
-Tío, mira, está sacando un cuchillo.
-¿Qué dices? Yo no veo nada.
-Que si, ¿es que estás ciego? Eh tío
-se echó hacia atrás, como si estuviese impactado.
-¿Qué te pasa? ¿estás bien?
-¡La ha apuñalado! -se llevó las
manos a la cabeza.
-¿Se puede saber de que estás
hablando? Nos están mirando.
Huyó en dirección a la pareja y los
alcanzó. Empujó violentamente al hombre que se le cayó un cuchillo
de carnicero afilado y lo cosió a golpes.
-¡HIJO DE PUTA!
El amigo atónito corrió a separarlo.
Un grupo de gente se quedó mirando
alrededor del espectáculo, mientras otros pasaban con la mirada
puesta en el show sin saber que sucedía.
-¿Qué haces? Para, para por favor -le
costaba mantenerlo alejado del tipo, tenía mucha fuerza.
-¡La ha matado!
Cogió a su amigo y lo empujó contra
la pared. -¿Se puede saber que te pasa? Se te ha ido la olla.
El hombre malherido, con la cara
hinchada por los golpes, se levantó y a tientas recogió el cuchillo
que se le había caído.
-Estas loco. Te voy a denunciar cabrón.
Has pegado a mi pareja.
La chica lloraba por su novio. De cara
a los amigos vomitó un sinfín de insultos que apenas se entendían.
-Te va a caer un... -Algo interrumpió
su cruzada contra los chicos. Ya no vocalizaba sino que balbuceaba.
Cayó al suelo y detrás, con la cara amoratada por los golpes, se
encontraba de pie su pareja.
-¡ZORRA! -Gritó cosas horribles sobre
su relación de pareja y sobre las mujeres.
La policía que ya llegaba de camino
avisada por algún vecino, detuvo al asesino.
Los amigos no podían articular
palabra. Hasta que por fin lo hicieron.
-¿Como... como sabías que la iba a
apuñalar?
-Esa no es la pregunta. -se quitó las
gafas que aún contenían la etiqueta- la pregunta es... ¿porque lo
he visto antes que tu?
Se miraron con inquietud.
Pasaron los días y los amigos ni se
acercaban a una respuesta con un poco de consistencia. Visitó el
psicólogo para ver si podría llegar a tener algún tipo de
premonición o algo parecido. De su visita no sacó nada que le
aclarase aquella visión. Buscó por internet y fue un craso error,
aquello solo le sirvió para remover todavía más las ideas que
tenía en su cabeza y mezclarlas con otras muy absurdas, como por
ejemplo que pudiera ser una persona sensitiva. Por lo visto los
sensitivos son capaces de ver más allá, y en este caso habría sido
el asesinato de aquél tipo.
Sus ideas sobre lo sucedido se
desvanecieron con el paso del tiempo. Todo parecía “olvidado”
hasta que una tarde le volvió a ocurrir.
Se dirigía con su primo al centro
comercial a comprar algo de ropa, el invierno se acercaba y andaba
escaso de sudaderas, las usaba mucho, le encantaban. Entraron en el
recinto y se subieron en una de las escaleras mecánicas que llevaba
a la primera planta, llena de tiendas de ropa salvo una, especialista
en calzado militar.
Esa misma tarde Leo, al entrar en la
tienda de ropa, vio a la dependienta y no le quitaba ojo. Su primo se
dio cuenta de ello.
-¿Leo, quieres avanzar? Te van a
denunciar por acoso -bromeó.
-Otra vez no... -susurró.
-¿Cómo dices?
-Esa mujer...
-¿Que le ocurre?
-Va a acabar con la vida de su
compañera de piso y luego se va a suicidar tirándose por la
ventana.
Su primo no daba crédito. No sabía
muy bien si se trataba de una broma o una tontería de las que su
primo era habitual a decir.
-Anda, no sabes lo que dices. Vamos a
mirar algo de ropa -se lo llevó a las profundidades de la tienda.
El rato que estuvieron en la tienda, no
quitó la vista a través de sus gafas de sol de la dependienta. La
chica lo notó y se le notaba bastante incómoda, por lo que pidió a
su compañera que se hiciera cargo de la tienda por unos minutos
mientras ella hacía inventario en el almacén.
Leo alcanzó a la chica apenas salió
por la puerta.
-Mira Leo, creo que esta te podría
quedar bien, incluso igual me pruebo yo una -se giró pero su primo
ya no estaba a su lado. Volteó la cabeza y le vio agarrando del
brazo a la chica. -¡Leo! -gritó.
La chica no sabía que hacer. Un
chalado se le había acercado para decirle cosas sin sentido.
-No lo hagas -ordenó- en serio, no
arruines tu vida, tu no eres ninguna asesina.
-¡Suéltame! -gritó la chica.
Su compañera, que vio toda la escena,
llamó a seguridad y doblando su brazo, invitaron a Leo a abandonar
el centro comercial.
-¿Estás tonto? ¿se puede saber que
haces?
-Tu no lo entiendes. Va a volver a
ocurrir.
-Pero, ¿de qué estás hablando?
-¡De que esa chica va a asesinar a su
compañera de piso y se va a suicidar!
-Si, eso es lo que has dicho antes,
pero, ¿a qué viene esto? ¿cómo lo sabes?
-Porque lo he visto.
-¿Qué lo has visto?
-Si, por lo que parece puedo ver este
tipo de cosas.
-Te das cuenta que eso no tiene ningún
sentido, ¿verdad?
-Lo tiene, no sé porque, pero lo
tiene...
De nuevo ocurrió lo mismo que la
última vez. Todo se desvaneció hasta que se le “olvidó” lo
ocurrido.
Pasaron los días y todo parecía estar
en calma. Se levantó de una larga noche sin dormir a causa del calor
y lo que vio al encender la televisión le hizo caer sentado. No
podía despegar su mirada de la caja tonta que daba una noticia que
en el fondo de su ser, esperaba con ganas para confirmar su cordura.
Aquello que el veía no era causa de ningún trastorno mental. La
noticia del asesinato de una chica a su compañera de piso, fue
noticia durante toda esa semana y parte de la siguiente. La parrilla
televisiva se llenó de programas de investigación sobre el caso,
dado que la chica asesinada era la hija de un famoso actor de series
de televisión.
Había vuelto a pasar. Otra visión que
se hacía realidad y no tenía escapatoria. Creía estar condenado a
vivir eternamente a tener esas visiones y no poder hacer nada. Si
comunicaba algo así a las autoridades, se reirían de él. Aunque su
primo y su amigo habían presenciado dichas premoniciones y por el
momento a él, le bastaba.
Su cabeza daba vueltas y vueltas y más
vueltas. Ya no se desvanecía nada, aquello era una tortura si
explicación. No dormía apenas.
Semanas más tarde ocurrió lo mismo.
Esta vez, predijo el asesinato de dos gemelos a manos de su padre.
Una vez más, el caso se haría famosísimo en toda España. El padre
acabaría muriendo a causa de un linchamiento por parte de la gente
durante el traslado de este a una prisión.
Leo entró en una profunda depresión.
Si ese era un don, el no quería ser poseedor. No lo había pedido,
no lo quería, lo detestaba.
Su amigo, una tarde le invitó a su
casa para distraerle de tan terribles premoniciones.
-Voy a por una cerveza, ¿quieres una?
-Si, claro.
-Enseguida vuelvo.
Mientras traían las cervezas, Leo se
dio una vuelta por el comedor, donde sus padres tenían una enorme
biblioteca con bastantes libros de cualquier tema. Cogió uno de
chistes, pero lo dejó en su sitio al ver la calidad de los mismos.
Alcanzó otro de crónica negra de España, pero lo pensó mejor,
bastante tenía ya. Finalmente cogió uno de relatos de terror de
J.G. Smith. Un autor inglés de finales del siglo XIX.
Lo ojeó durante un rato, parecían
relatos interesantes, hasta que...
-Aquí tienes la cerveza. -su amigo
extendió el brazo, pero no hizo caso- ¿Tío? Aquí la tienes.
-Deja la cerveza. Tienes que ver esto.
Observó el libro que sostenían sus
manos. -Ah, sí. Es un libro que me regaló mi padre hace unos años.
Es un libro antiguo de relatos de terror, pero no me gusta mucho, la
verdad.
-Mira esto -señaló un relato
especial. Se llamaba: “Lentes preventitvas”- ¿no te suena de
algo?
Los amigos no podían creerlo. Al
principio del libro, el autor advertía que varios de los relatos
escritos por él, eran reales al cien por cien. Advertía también,
que varias personas han sido víctimas de su contenido, convirtiendo
así el libro en inmortal. Este relato en concreto, comenzaba con una
antigua leyenda inglesa.
“Hace muchos años, a las afueras de Glasgow (Escocia) en una apartada cabaña apenas cubierta por cuatro hierbajos, vivía un tipo al que las gentes del frío pueblo denominaban, “el demonio”. Se dice, que el demonio, realizaba miles de experimentos, ayudado por el más tenebroso de los diablos. El padre de los demonios que creo el mal sobre la tierra.
Dicho tipo, cansado de las gentes del
pueblo que le amenazaban día tras día, trabaja en artilugios para
poder exterminarlos a todos. Un día, dos de los hijos del alcalde
del pueblo, desaparecieron y no tardaron en culpabilizar a aquél
hombre.
Entraron en su casa a la fuerza, y varios miembros del
vecindario, cómplices, sacaron los ojos al hombre y finalmente lo
quemaron como un vulgar brujo. Los gritos de dolor eran
insoportables, pero antes de abandonar esta vida, dijo unas palabras:
Juro, por los más sagrados demonios, que vais a pagar uno por uno
todo. Me habéis arrebatado los ojos para no ver como me abrasa el
cuerpo fruto de la quema a la que me habéis expuesto en mi. Prometo
volver y haceros ver todo el mal que habéis provocado en mi a causa
de vuestra mísera ignorancia. Vais a ver de por vida el mal que hay
en las personas, lo prometo porque...
No pudo decir nada más, el fuego le
interrumpió para dar paso a unos desgarradores gritos que olían a
carne chamuscada...”
-¡Son las putas mismas gafas que
compramos el otro día!
-Emm... tío, es que no sé que decir.
Es una casualidad que acojona, es cierto, pero no creo que sea algo
más que eso, una casualidad.
-Espera -Leo ojeó el prólogo del
libro, pero no decía más que los relatos eran reales.
-Es una muy vieja estrategia de
marketing, en su día si, pero ahora dudo que surta algún efecto.
Nadie hoy en día cree que esto sea real.
-¿Y como explicas que yo haya tenido
esas visiones que no he tenido en mi vida, justo cuando me compré
esas gafas?
-Pues... no tengo la menor idea, pero
no creo que tenga mucho que ver.
-Te digo yo a ti que si, tío.
-Que me estás diciendo. ¿que tienes
unas gafas que hizo hace años un antiguo brujo quemado por el
pueblo? No tiene ningún sentido.
-Pues yo lo veo muy posible. Tenemos
que buscar a alguien que entienda de esto, no sé, a un anticuario,
esa gente sabe mucho.
-Por favor, Leo, veo más posible que
tu tengas premoniciones a que estés usando unas gafas de demonio.
Por favor, si esas gafas estarán fabricadas en Taiwán o algo así.
-Eso es, tenemos que ir a la tienda, a
ver que nos dicen.
En la tienda no les dijeron nada. Esas
gafas vienen ya empaquetadas desde una fábrica, nada paranormal ni
demoníaco.
Leo publicó su caso por internet, en
varias webs especializadas en este tipo de fenómenos y leyendas
antiguas. Contactó con programas de televisión, investigó todo
tipo de posibilidades pero ninguna le daba una solución.
Al poco tiempo de leer el relato, un
tipo contactó con él. Se denominaba a él mismo un demonólogo.
Decía tener un pequeño museo con varios objetos malditos.
Se marchó dónde había quedado con el
tipo para entregarle las gafas.
-Es mejor que tenga yo estas gafas, son
peligrosas.
-Desde luego, yo por poco me vuelvo
loco.
-Bueno, todos nos volvemos locos alguna
vez, ¿no te parece?
-Supongo. Entonces, ¿usted me cree?
Mire que de mi se ha reido ya mucha gente.
-Amigo, déjame decirte que si algo hay
en esta vida, es mal. Por supuesto que la gente prefiere no creer en
esto, pero esa es la artimaña del mal, hacer ver que no existe.
Aquellas gafas, desde ese día
permanecen bajo la custodia de aquél tipo. Se dice que todo aquél
que se las prueba, está condenado a la visión eterna de la muerte,
no hay escapatoria.
Leo jamás mencionó el tema hasta que
su amigo se lo sacó.
-Y ya no ves nada, ¿no?
-No, por suerte hace mucho que estoy
cuerdo -rió- aunque si he de serte sincero... me las probé una
última vez antes de entregarlas.
-y...¿viste algo?
-No. bueno, sí.
-¿El qué?
-Bueno, yo te mataba. -se le quedó
mirando fijamente y comenzó a ver en él una sensación de angustia.
Su cara se transformaba a la de un hombre mayor, que ayudado de un
palo intentaba arrebatarles los ojos. Para defenderse presionó sus
manos alrededor de su cuello y acabó con su vida.
-¡Leo! ¡Leo! Que te has quedado
empanado.
-Eh..si, no sé que me ha pasado, creo
que he tenido otra visión. -ambos rieron.
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